Nuna, la luna, ente masculino, sube al cielo (Kau`ña), asumiendo la identidad de un avatar de Wanadi, quien había bajado a la tierra para repoblarla y librarla de Odo’sha, el demiurgo malvado, nacido de la putrefacción de la placenta del primer Wanadi.
En el cielo pide Huahanna. Se la dan. Regresa a su casa donde su hermana F`rímene le sirve la cena y admira lo que trajo su hermano. Exclama: <> Nuna quería tener a Huehanna sólo para comérsela. Sale recomendado a la hermana que la cuide. Ésta piensa: <> Y para evitar que Nuna la devore, la esconde en su vagina. <>
Nuna regresa. Se molesta: <> La apalea. Pero descubre la redondez del vientre de la hermana y sospecha la verdad. Finge irse a dormir. Vuelve en la noche, sube al chinchorro de la hermana, la toca, quiere abrirle las piernas para sacar a Huehanna que zumba con la gente que está adentro. Ella las aprieta. Antes de que madrugara el hombre se va. F`rímene no sabe que es su hermano. Lo mismo se repite la noche siguiente. Cuando cae el día ella lo embadurna de caruto. Vuelve el hombre, manoseando, tratando de agarrar y llevarse Huehanna. La gente que contiene se alborota. La hermana sangra. Antes de que llegue el día, el hombre se vuelve a ir. La hermana sale de la casa y encuentra a su hermano escondido en un pajonal. Dice que está cazando hombres. Es pues un ogro. Ella nota que está manchado de caruto en la cara, las manos y el cuerpo. Regresa a la Nuñada pero sabe que ya no puede vivir con Nuna. Se fuga. Las manchas en la cara de la luna, la sangre proceden de este episodio, según los ancianos makiritares. Cabe suponer que gracias al ardid y el coraje de F`rímene nacieron los nuevos hombres que poblaron la tierra. La narración no lo dice.